el medico clinico

El regreso del médico clínico.

Al analizar los efectos del progreso tecnológico sobre el costo de la Medicina, muchos estudiosos han señalado que el culpable del encarecimiento es el propio médico, y no la tecnología.

Con frecuencia, dicha tecnología ha sido creada para ganar precisión y seguridad en algún área diagnóstica, y su utilización está indicada en sólo un determinado número de casos particularmente dudosos. Sin embargo, es frecuente que, en busca de una mayor seguridad, el médico apele a auxiliares diagnósticos costosos, siempre y cuando tenga a su disposición el equipo adecuado.

De acuerdo con la literatura, esta es una tendencia que va en aumento en muchos países del mundo, y es larga la lista de artículos de análisis sobre la necesidad o no de una amplia gama de pruebas clínicas, concluyendo en la mayoría de los casos que proporciones importantes de los estudios ordenados resultaban superpuestos, irrelevantes o de escasa especificidad para el cuadro que se deseaba confirmar.

Esto parece indicar que, en un futuro no demasiado lejano, una medicina en crisis de recursos materiales procurará precisar de manera más rigurosa la utilización de pruebas de laboratorio.

 Esto implicaría, en una primera etapa, una posible pérdida de seguridad en los diagnósticos, y con ello en todo el ejercicio médico. Pero es igualmente probable que a tal pérdida correspondiera una respuesta del médico, que buscaría compensar la pérdida de auxiliares diagnósticos con un agudizamiento de sus dotes de observación y capacidad de asociación de signos clínicos.

Este hecho sería visto con muy buenos ojos por aquellos que vienen criticando desde hace ya tiempo la creciente dependencia del médico respecto de sus auxiliares diagnósticos.

Esta polémica ha revestido una serie de formas diferentes. Por una parte, se ha presentado como una actitud critica frente a la tecnología en general, subrayando sus errores, haciendo hincapié en sus limitaciones, etc. Esto fue útil, porque sirvió como importante estimulo para el mejoramiento de los aparatos, logrando que las segundas y terceras generaciones de los mismos fueran más eficaces, a la vez que más económicos (por regla general) que las primeras.

Igualmente, se fue haciendo más común la acusación de que el médico iba “perdiendo su alma”, ante la creciente utilización de los auxiliares tecnológicos.

Se afirmaba que el facultativo, ya no veía pacientes, ni síntomas, ni siquiera órganos, sino exclusivamente “printouts” de computadoras. Esta era, se decía una Medicina despersonalizada, insegura, y básicamente irresponsable, ya que el profesionista escamoteaba su compromiso con el paciente detrás de lecturas mecanicistas de datos.

Esto era, rezaba el argumento, mala medicina, ya que se perdía de vista la imagen del enfermo como persona, como totalidad, y con ello se perdían también muchos datos periféricos, o asociaciones de los mismos, que podían ser de importancia.

Culpable de todo esto no era la máquina, ya que no era ella la encargada de entrevistar al paciente, sino el médico que, al irle tomando cada vez mayor confianza al auxiliar diagnóstico, ha limitado la clase de preguntas que le hacía a su enfermo, en función de los datos que resultaban relevantes para su diagnostico computarizado.

Con la nueva tendencia hacia la limitación en la cantidad de estudios de laboratorio, parece probable que la mayoría de los médicos empiece a regresar a los viejos y tradicionales métodos de exploración clínica. Un signo de este nuevo interés por el alineamiento de los talentos clínicos ha sido la renovada curiosidad respecto a la Medicina china que empieza a ser vista como un valioso instrumento para revitalizar el arte diagnóstico. 

 
 
 
 
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